“La autoestima baja es como conducir por la vida con el freno de mano puesto” (Maxwell Maltz)
No hace mucho me llamó desconsolada mi mejor amiga. Se sentía fatal.
Pero no entendía muy bien por qué. Silvia, que siempre está sonriendo y que tiene una luz especial, ese día estaba por los suelos.
No tenía ganas de nada.
Se sentía bloqueada.
Tenía miedo.
“Será un mal día”, me dijo.
Intenté calmarla y tuvimos una interesante conversación.
Entre amigas.
Pero no pude por menos de sacar mi lado de psicóloga para poder ayudarla.
Hice un recorrido por sus tripas detectando claramente lo que ocurría.
Lo que tenía por los suelos era la autoestima.
Observa si te identificas con alguno de estos 7 síntomas más frecuentes que sufre una persona con baja autoestima.
1. Nunca, nunca, nunca, te crees lo suficiente buena
Hablando de los éxitos de Silvia en los últimos 10 años, llegó a la conclusión de que todo lo que había conseguido había sido por suerte. Otras veces porque estaba en el lugar y en el momento adecuado. Otras, porque los astros se unieron.
Fue incapaz de reconocer el esfuerzo que hizo para superar la carrera con matrícula de honor. Ni su valía y las ganas que había puesto para conseguir aquel trabajo. Más tarde, alcanzar el puesto que ansiaba desde hacía años.
Tampoco reconoció su fuerza de voluntad para hacer las maletas e irse a vivir al extranjero cuando llegó la crisis. Aprender el idioma en seis meses y poder vivir allí como una profesional.
Por más que haya estudiado, conseguido, hecho, recibido premios, elogios, reconocimiento…
Nada.
Ella nunca aprecia lo que consigue, lo que es capaz de dar a los demás ni lo que tiene dentro. Piensa que no hace nada bien.
Hasta le molesta cuando le dicen lo atractiva que es.
Porque cree que no lo merece.
No se valora.
2. Te cuesta aceptar las críticas de los demás
¿Cuántas veces has escuchado: Fulanita no encaja bien las críticas “porque es muy sensible”?. No querida, ser sensible es otra cosa.
Si la autoestima de Silvia estuviera en su justo nivel, hasta la crítica más dura le brindaría una enseñanza. Pero ella no está en condiciones de admitir crítica que valga, ni siquiera la constructiva. Simplemente porque en este momento le cuesta identificarla.
Ella se quiere poco.
Para ella una crítica es una amenaza.
Cuanto más inseguros nos sentimos de nosotros mismos, más vulnerables somos a opiniones y juicios externos. Y más predispuestos estamos al contrataque.
En definitiva, la clave está en cómo interpretamos nosotros ese juicio, opinión o crítica.
3. Eres pesimista
Crees que todo te va a salir mal.
Le expliqué a Silvia que hasta los optimistas tienen momentos de bajón.
La clave es cómo se toma uno la vida.
Es verdad que siempre le oigo quejarse.
De casi todo.
De las cosas buenas, de las no tan buenas.
En realidad la queja no le soluciona nada, pero para ella es una especie de aspirina: la suelta y ya se siente mejor. Reconoce tantas veces al día sus pensamientos negativos que pareciera que se hubieran instalado en su vida para siempre.
Así que tanta negatividad le acaba provocando temor ante todo lo que se plantea.
Cree de antemano que todo es negativo.
4. Te sientes continuamente evaluada
Silvia me explicaba cómo se había quedado bloqueada varias veces en su vida y que no entendía por qué. Al menos no hasta ese punto.
Le emociona la música. Ella quiso ser cantante.
Tras varios años pensándolo, por fin se apuntó a clases de canto.
Pasado un mes, ella soñaba con abrir la boca y sacar un chorro de voz a lo Monserrat Caballé. Claro, eso no ocurrió.
Pero ella estaba allí para aprender.
Llegó el examen ante la dirección de la academia y el público.
Y no le salió la voz.
De puro miedo.
Bloqueo.
En vez de tomárselo como parte del aprendizaje y como un reto, se vio acorralada por los 54 ojos que allí la observaban. El público y los profesores querían recibir de Silvia, disfrutar de su aprendizaje, de su voz.
Ella, en cambio, estaba aterrada con la idea de ser evaluada, juzgada y, de nuevo, no ser lo suficiente.
5. Te das por vencida incluso antes de comenzar a hacer cualquier actividad
Me contaba que de pequeña solía llorar ante sus padres antes de estudiar. Pensaba que no sería capaz de aprender las lecciones. Pero ni siquiera lo había intentado.
Siempre escuchaba una voz que le repetía continuamente:
“Tú no vas a poder”.
“No vas a ser capaz”.
“No merece la pena que lo intentes”.
“Los demás lo harán mejor que tú”.
Y así hasta hoy.
Nada ha cambiado.
La diferencia es que de pequeña no se paraba a pensar por qué le ocurría eso.
Ni siquiera se percataba de ello.
Ahora, cuando reflexiona sobre esto, reconoce que se da por vencida antes de ni siquiera intentar hacer algo. Por miedo a no ser capaz de lograrlo. Eso hace que no avance, que no evolucione, que no pruebe cosas nuevas.
Porque antes de comenzar ya supone que no lo logrará.
6. Siempre tienes miedo al qué dirán
Silvia quiere ser libre.
Pero no lo es.
Cada paso que da en su vida depende de otros.
De lo que piensan sus padres, de lo que le dicen sus amigos.
De lo que opinen los vecinos.
Da igual.
Ella siempre tomará las decisiones en base a lo que les parece bien a los demás.
Por pura inseguridad. Si pisara fuerte y estuviera segura de sí misma, lo que digan los demás no debería importarle demasiado.
En su continuo afán de gustar sin gustarse ella misma, va tomando decisiones con criterios ajenos.
Y poco a poco, deja de tener el control sobre su vida.
Nunca es tarde para remediarlo y comenzar a trabajar este aspecto.
Pero sí será tarde para dar marcha atrás en decisiones pasadas y recuperar ese tiempo que nunca vuelve.
7. Eres demasiado perfeccionista
Pareciera a primera vista que querer alcanzar la perfección es bueno.
O al menos, no es malo.
Pero este concepto nos puede llevar a engaño.
Mi amiga me contaba cómo en cada cosa que hace, sea nimia o muy importante, busca siempre la perfección.
Hasta ahí puede parecer una super virtud.
Pero el tema se vuelve serio cuando, detrás de esa persecución casi obsesiva, se esconde una búsqueda continua de la aprobación de los otros.
Cuando eres pequeña, de tu padre.
Cuando comienzas tu carrera profesional, de tu jefe.
Cuando te enamoras, de tu pareja.
En ese afán continuo por la perfección más la aprobación de los otros, suele aparecer siempre un sentimiento de frustración cuando el feedback de papá, de tu jefe o de tu pareja no es el que esperabas.
Porque no has sido lo suficiente para ellos.
¿Sabes cuál es la buena noticia?
Que todo eso está sólo en tu mente, no en la de las personas que te ven y escuchan.
Así que a partir de ahora, al levantarte de la cama repite tres veces lo maravillosa que eres. Tal cual.
La baja autoestima se trabaja.
Y se supera.
Nadie dice que sea rápido y fácil.
Pero con ayuda y ganas, se puede.
Claro que sí.
Te aseguro que la vida te cambia para siempre.
Terminé la conversación diciéndole a Silvia que ella es única y exclusiva.
Y como tal, ha de brillar por sí sola.
Estaré encantada de leerte.
Porque acompañada siempre es más fácil.
Yo puedo conducirte en este viaje con la terapia online para la autoestima.
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Porque todo empieza en uno mismo.
Cuidándose.